En el año 2015 existían en España unos 18,346 millones de hogares principales, es decir, primeras residencias, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Sin contabilizar los consumos energéticos de transporte privado, el petróleo, a través de sus productos derivados, junto al consumo eléctrico son las fuentes de energía más utilizadas en los hogares españoles, cubriendo en conjunto casi dos tercios de las necesidades energéticas de los hogares, con importancia creciente del consumo eléctrico, que gana cuota frente al consumo del petróleo. Le sigue de cerca el gas natural, que es la fuente de energía con mayor expansión en los últimos diez años. A mayor distancia, destacan las energías renovables, con importancia creciente en el abastecimiento energético de las viviendas, en detrimento del carbón, cuya cobertura es inferior al 1%. Asimismo, en el año 2014, las energías renovables representaron aproximadamente el 18,73% del consumo de energía en los hogares (Instituto de Diversificación y Ahorro Energético (IDAE).
Según Guía Práctica de la Energía. Consumo eficiente y responsable de IDAE, el consumo en los hogares es aproximadamente un 30% del consumo total de energía final en España, y se reparte entre un 17 -18% en las viviendas y un 12% en el coche. Esto significa que el consumo de la energía en la vivienda es mayor que el del coche.
Obviamente los datos anteriores son promedios. Como dato curioso que aporta IDAE en su Guía, un coche de tipo medio que haga 20.000 km al año, consume tanta energía como la consumida por una vivienda familiar media.
Cuando vamos a comprar un coche lo primero que miramos es el consumo de gasolina/diésel cada 100 km. Sin embargo, cuando vamos a comprar o alquilar una vivienda no nos preocupamos de su calificación energética, a pesar de que el certificado energético es obligatorio desde abril de 2013.
Fuente: Guía Práctica de la Energía.IDAE
Los usos térmicos (calefacción, refrigeración y ACS) suman un total de un 69% de la energía consumida en los hogares. Por esto es tan importante elegir bien el sistema de calefacción /refrigeración y el de ACS.
Los usos que sólo se pueden alimentar con energía eléctrica (electrodomésticos + iluminación) suman el 29%.
Un hogar medio en España consume un promedio de 3.600 kWh al año de energía eléctrica. En el caso de que dicho hogar dispusiera de todos los electrodomésticos que a continuación se detallan su reparto promedio (IDAE) sería el siguiente:
Fuente: Guía Práctica de la Energía.IDAE
El consumo de energía en nuestro hogar depende de:
Es importante distinguir entre aquellos equipos y elementos que ya vienen instalados en la vivienda (instalaciones fijas) y aquellos otros que, por lo general, tiene que comprar el usuario y que denominamos equipamiento.
Las instalaciones fijas (calefacción y agua caliente sanitaria) suponen del orden del 67% del consumo energético de los hogares españoles.
Fuente: Guía Práctica de la Energía.IDAE
Casi la mitad de la energía que gastan las familias españolas es para calentar sus viviendas. Naturalmente, esto varía mucho de unas zonas geográficas a otras. De hecho, en algunos lugares de España no se requiere apenas calefacción a lo largo del año. Aproximadamente un 15% de las viviendas españolas no tienen ningún sistema de calefacción.
Sólo el 10% de los hogares españoles tiene una instalación centralizada, mediante la cual se da servicio a un conjunto de hogares, por lo general de un mismo bloque o comunidad.
Más de la cuarta parte de las viviendas tienen una instalación individual, independiente de las del resto de viviendas. Y la mayoría tienen calefacción por elementos independientes; es decir, estufas, radiadores y convectores eléctricos, bombas de calor y otros equipos.
La temperatura a la que programamos la calefacción condiciona el consumo de energía. Por cada grado que aumentemos la temperatura, se incrementa el consumo de energía aproximadamente en un 7%.
Aunque la sensación de confort sea subjetiva, se puede asegurar que una temperatura entre 19º y 21ºC es suficiente para la mayoría de personas. Además, por la noche, en los dormitorios basta tener una temperatura de 15º a 17ºC para sentirnos cómodos.
Fuente: Guía Práctica de la Energía.IDAE
Las necesidades de calefacción de una vivienda no son constantes ni a lo largo del año ni a lo largo del día. La temperatura exterior varía a lo largo del día, aumentando gradualmente desde que amanece hasta primeras horas de la tarde para luego volver a descender.
También sabemos que unos días son más fríos que otros, e incluso que no se necesita el mismo calor en todas las estancias o habitaciones de una vivienda. En las habitaciones que se empleen de día (zona de día) la temperatura deberá ser mayor que en los dormitorios (zona de noche).
Tampoco ocupamos nuestra casa, día a día, de la misma manera, y hay espacios, como por ejemplo la cocina, que tienen sus propias fuentes de calor y requieren menos calefacción.
Por lo tanto, es muy importante disponer de un sistema de regulación de la calefacción que adapte las temperaturas de la vivienda a nuestras necesidades.
La cantidad de calor necesario para mantener una vivienda a la temperatura de confort depende, en buena medida, de su nivel de aislamiento térmico.
Una vivienda mal aislada térmicamente necesita más energía: En invierno se enfría rápidamente y puede tener condensaciones en el interior. En verano se calienta más y en menos tiempo.
Por la cubierta exterior de un edificio es por donde se pierde o gana más calor si no está bien aislada. Por esa razón, los áticos son, por lo general, más fríos en invierno y más calurosos en verano.
Asimismo, un buen aislamiento de los muros que separan viviendas contiguas, además de disminuir el ruido, evita pérdidas de calor. También son necesarios los aislamientos en otras zonas del edificio contiguas a espacios no climatizados.
Pero el calor se puede escapar por otros muchos sitios:
Una de las necesidades energéticas más importantes de un hogar es la iluminación, representando aproximadamente la quinta parte de la electricidad que consumimos en la vivienda.
Para conseguir una buena iluminación hay que analizar las necesidades de luz en cada una de las partes de la vivienda, ya que no todos los espacios requieren la misma luz, ni durante el mismo tiempo, ni con la misma intensidad.
Resulta importantísimo aclarar la idea equivocada, pero muy extendida, de asociar la “luz” que proporciona una bombilla con la “cantidad” de electricidad necesaria para producirla. Hablamos, así, de una bombilla de 60 o de 100 vatios (W) como sinónimos de bombillas que producen una cierta luminosidad, cuando, en realidad, el vatio es una unidad de potencia y la luz tiene su propia unidad de medida, el “lumen”.
En los siguientes enlaces encontrarás información sobre las medidas de eficiencia energética en los hogares: